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sábado, 15 de mayo de 2010

Bilbao - Barcelona


La rutina de viajar: Me despierto un día más en la carpa. De nuevo pasé frío esta noche. Este saco no abriga lo suficiente. Ahora llega la rutina. Mientras se calienta el té, leo algunas páginas de un libro que me traje, meto cada cosa en su bolsa, donde salió anoche y donde la encontrare de nuevo en la siguiente parada, vestirme y salir. Mientras tomo el te, miro a través de la mosquitera y veo a los conejos salir de sus madrigueras, correr y parase, correr y levantar las orejas, correr y desaparecer entre las hierba. De otro agujero aparece un lagarto a tomar el sol.



Lleida huele a chancho. Una vez me dijeron que en esa provincia hay más cerdos que personas. Las granjas abundan por doquier. Se distinguen fácilmente además de por el olor, por ser unos edificios rectangulares de una planta y por tener en vez de ventanas unos extractores que sacan el exceso de calor de los hacinados marranos. Adosados a uno de sus lados hay un par de silos de pienso. Así que sin ventanas los rosaditos cochinos no ven el sol ni el cielo. Solo llegaran a verlo durante unos minutos mientras les sacan de su hacinamiento para meterlos en un camión también con ventiladores y que de nuevo apretaditos les lleve hasta el matadero. Imagino que los investigadores de la genética estarán diseñando una especie sin ojos. Total para que los necesitan en una granja sin ventanas. Un gasto inútil. Me imagino el invento. Un tubo digestivo con boca y culo y adosado a él todas las partes comibles, que en el cerdo lo son todas….lomos, patas, riñones….Bueno quizá les quiten tambien el culo así se evitan en desacerse de los purines.....ejem…bueno mejor no pensar tanto.

Tierras con tradición agrícola como demuestran sus elaboradas terrazas de gruesos muros de piedras. En cada loma se encarama un pueblo. De su silueta compacta sobresale el puntiagudo campanario, uno o varios palacios y algún castillo hablan de un pasado de señores y vasallos. De Agramunt a Guisona es llano y después de Sant Ramón la carretera se empina y empiezan a aparecer profundos valles.

Los verdes cereales empiezan a granar y es temporada de cosecha del esparrago de navarra. Pedaleo enmarcado en un marco de rojas amapolas.

Hago una breve parada en la laguna de Pitillas y veo a los aguiluchos laguneros vigilando desde lo alto el simétrico cortejo de los somormujos y a los zampullines con su vestido estival. Me salgo de las rutas principales esas que en mi mapa son de color rojo, amarillo o azul y me meto por las carreteras marcadas en blanco. Secundarias pero no tanto. Un coche pasa cada 10 segundos y muchas veces para adelantarme tienen que esperar a que pase otro que viene en sentido opuesto ya que no hay arcén. Hay demasiados coches. No digo muchos, digo demasiados. Pensé en meterme por los caminos de tierra de las Bárdenas Reales pero unos cazabombarderos en vuelo rasante con su atronadora estela de ruido me hicieron pensar que era mejor seguir por esta estrecha carretera. Sopla el cierzo fuerte. Sopla de espalda y la bicicleta vuela.



Paso por Estella y me cruzo con el camino de Santiago. Un hombre se baja rápido de su coche y con gesto llama mi atención y gritando me pregunta si busco el camino. Voy en dirección contraria a los peregrinos y amablemente me quiere reintegrar al camino. Siempre a la contra.

Después de 730 km llego a mi destino Sta. María de Palautordera un día antes de lo previsto gracias sin duda al generoso viento que me empujo Ebro a bajo. En bici se puede ir a todos sitios. En este viaje he dejado de emitir 760 kilos de CO2.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Huyendo de la nube del volcan



De nuevo el codo está en la carretera. Esta vez de ruta a Barcelona. Tengo que estar en Barcelona dentro de 7 días y como el viaje en avión puede ser una aventura, por lo del volcán, he decidido meter cuatro cosas en las alforjas e ir poco a poco. Esta noche me paro en el camping de Olite. La posivilidad de una ducha caliente y el tener wifi para escribir esta entrada me han traído hasta aquí. Ayer acampé a las afueras de Santa Cruz de Campezo. Los campos cerealistas llegaban hasta las faldas de unos montecitos donde encontré rastros de jabalí y zorro. Allí cerca del rió Ega, en las choperas cantaban las oropéndolas y el cuco mientras montaba la carpa.
Los verdes cereales espigan y se empiezan a granar y es época de recogida del esparrago en los campos navarros.