Demian.
” Y me contó la historia de
un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al
mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos
sus pensamientos. Pero sabía o creía saber, que una estrella no podría
ser abrazada por un ser humano. Creía que su destino era amar a una
estrella sin esperanza; y sobre esta idea construyó todo un poema vital
de renuncia y de sufrimiento silencioso y fiel que habría de purificarle
y perfeccionarle. Todos sus sueños se concentraban en la estrella. Una
noche estaba de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando la
estrella y ardiendo de amor hacia ella. En el momento de mayor pasión
dió unos pasos hacia adelante y se lanzó al vacío, a su encuentro. Pero
en el instante de tirarse pensó que era imposible y cayó a la playa
destrozado. No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse hubiera
tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor,
hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella.
(…)
(…)
Las cosas que vemos son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría.
(…)
Acostumbramos a trazar límites demasiado estrechos a nuestra personalidad. Consideramos que solamente pertenece a nuestra persona lo que reconocemos como individual y diferenciador. Pero cada uno de nosotros está constituido por la totalidad del mundo; y así como llevamos en nuestro cuerpo la trayectoria de la evolución hasta el pez y aún más allá, así llevamos en el alma todo lo que desde un principio ha vivido en las almas humanas. Todos los dioses y demonios que han existido, ya sea entre los griegos, chinos o cafres, existen en nosotros como posibilidades, deseos y soluciones. Si el género humano se extinguiera con la sola excepción de un niño medianamente inteligente, sin ninguna educación, este niño volvería a descubrir el curso de todas las cosas y sabría producir de nuevo dioses, demonios, paraísos, prohibiciones, mandamientos y Viejos y Nuevos Testamentos. “
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