Querida Caja:
Después de más de 20 años de intensa relación y amable trato, lo nuestro ha empezado cambiar. Tras esta dulce temporada he observado que nuestra relación se está deteriorando por las nuevas comisiones que se han interpuesto entre nosotros. Aún recuerdo la cafetera que me regalaste cuando domicilie mi primera nómina, las facilidades que me diste para que con tu firma me pudiera comprar un pisito (pide, pide más; que así pagas al notario, o te compras el coche, decías). Recuerdo las cartas que me mandabas puntualmente cada mes para comentarme todos los movimientos en nuestra cuenta y qué decir de esos calendarios de magnificas fotografías a todo color que desde hace lustros tienen sitio preferente en mi cocina. Estas comisiones han aparecido de repente y me han sobresaltado. Necesito un tiempo para aclarar las ideas, tomar distancia para reflexionar ya que después de unas cuantas anotaciones en negativo y en vista de que esto va a peor, he decidido no pagarte más comisiones. He aprendido la lección.
De momento para y para evitar que se agrave la situación me comprometo a mantener el saldo medio mensual que has impuesto; para lo cual voy a hacer tres cosas.
a. Eliminar todas las domiciliaciones que tenía en nuestra cuenta. Evitando así, sustos y que recibos imprevistos me dejen en descubierto teniendo que pagarte como pena gravosas comisiones que en ocasiones han llegado al 300% .
b. Hacer un ingreso periódico por la cantidad de la única domiciliación que no puedo quitar, que es la hipoteca, unos días antes de que se cobre.
c. Estar vigilante para que este saldo medio no baje del nivel impuesto en ningún momento para que no me apliques la consiguiente comisión por nivel bajo.
Si esto no cambia en cuando se extinga el contrato hipotecario que firmé contigo lamentablemente, te perderé como mi caja y tú me habrás perdido como cliente.
De momento las domiciliaciones, las tarjetas y las sartenes las tendré con otros.
Porque de seguir así ,¿Qué será lo siguiente?. Quizá en vez de estas comisiones para mantener el orden en tus viejos clientes pruebes a aplicar castigos físicos. Teniendo en cuenta que nuestra oficina está en la Gran Vía de Bilbao, te imagino cogiendo al cliente infractor y propinándole unos azotes en la puerta de la sucursal para publico escarnio y para que quede claro quién manda aquí.
“Es triste de pedir, pero más triste es de robar”. Y si tengo que pedir algo, te pido que me quites estas comisiones. Lo otro te lo dejo a ti.
Hay personas que tenemos que trabajar para intentar pagar una vivienda digna y alimentarnos y no para comprarnos un segundo yate.
Atentamente:
tu ex.
Con el permiso de PabloPino.
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